Nota de opinión sobre la formación de científicos en la Universidad de Buenos Aires

CIENCIA, HOY. ESTUDIARLA, UN PRIVILEGIO.

Primer día de clases. Agosto 2006. Algunos alumnos quieren cambiar los días de cursada (que estaban publicados en internet desde enero) porque se les superpone con otra materia. La profesora accede. Una alumna se opone porque trabaja y no puede cursar en otro día ni horario.

—Yo no voy a dejar de cursar materias porque vos trabajes—fue la respuesta de una de sus compañeras.

—Yo lunes a la mañana no puedo cursar porque el fin de semana salgo y no me levanto— dijo otra.

La profesora llama a votación. Gana la mayoría... que no trabaja, por supuesto.

¿Una broma? No, esto pasó en la clase de Física 3, en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la UBA. Ser alumno de esta facultad y trabajar es toda una odisea: en algunas carreras no hay turno noche, cada materia tiene alrededor de 10 horas de cursada semanales y en general estas 10 horas (divididas en 5 cada día) atraviesan el horario de la mañana y la tarde impidiendo, a quien trabaja en uno u otro horario, estar presente en la clase, dificultando la compresión de los temas. Algunos aguantan y se reciben cerca de los 30 años (edad en la cual ya no se puede acceder a una beca de investigación), otros directamente abandonan.

Estudiar ciencia en la Universidad de Buenos Aires es un privilegio para pocos. La facultad de Ciencias Exactas es un mundo aparte. Los profesores argumentan que la escasa cantidad de alumnos dificulta que se abran más turnos de cursada y que reducir la cantidad de horas va en detrimento de la calidad de enseñanza. La realidad es que se torna en un círculo vicioso, un círculo cada vez más cerrado. Resulta llamativo que mientras el Ministerio de Educación busca impulsar el estudio de las carreras científicas y tecnológicas cada vez menos alumnos puedan avanzar en éstas. Distinto es el caso de la Facultad de Ingeniería donde cada materia requiere la misma cantidad de horas de cursada, pero sus alumnos —muchos de los cuales trabajan mientras estudian—, tienen más facilidades a la hora de cursar.

A su vez, la Facultad de Ciencias Exactas es una de las más despolitizadas. ¿Qué fue de aquellos estudiantes movilizados que fueron víctimas de la trágica "noche de los bastones largos"? En su gran mayoría, ya no están en el país —o sufrieron peores destinos—. Los futuros científicos argentinos son científicos de laboratorio. En ninguna de las materias se busca formar algún tipo de conciencia social o conciencia de cualquier tipo. Héctor Schumcler decía en los años 70: "Le guste o no al científico, siempre su ciencia se vincula a una política. Y lo quiera o no, toda política condiciona una ciencia". El perfil de graduado de esta facultad es muy distinto del de los 60 y 70, basta con presenciar algunos de estos "cambios de horario" como el que describimos al principio.
Aunque la despolitización es un problema de la sociedad en general, es preocupante que esto repercuta en los futuros profesionales: sin ir más lejos, en la carrera de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales, no son pocos los alumnos que se enojan porque los profesores hablan de "política".

Si uno presencia las charlas introductorias de las carreras de la FCEN, los profesores recomiendan —por ejemplo en Ciencias de la Atmósfera—, no trabajar para poder recibirse a los 25 años y acceder a becas internacionales. ¿Cuántos alumnos pueden darse ese lujo? Los números hablan por sí solos: esta facultad es una de las cuatro menos concurridas de la UBA.

Las preguntas que nos hacemos son muchas: ¿cuál es el perfil de estudiante que se busca? ¿qué clase de científicos forma la FCEN? ¿vale la pena tener estos científicos en el país?.

No cabe la menor duda que como decía Schmucler, toda política condiciona una ciencia. Las consecuencias, a la vista.